Friday, January 5, 2007

ENTRE FIERROS Y LIGAS

Michelle Morales Castro

Gracias Javier, por aderezar el relato.


Se llamaba Pedro y le decían Pedro Murphy, porque le encantaba Bauhaus y eso lo hace un chico, según él, bien darketo. Su apariencia lo demostraba claramente, ya que poseía un cuerpo demasiado delgado y llevaba el pelo largo teñido de negro. Lo que más dejaba ver ese toque extraño era su atuendo de terciopelo color obscuro, que combinaba con las medias de mamá (por supuesto jaladas, rotas y con barniz de uñas) usándolas en los brazos como guantes góticos. A veces, usaba las faldas largas que compró en la lagunilla, junto con un gran abrigo de peluche negro, que consiguió de barata en el Chopo. Así era Pedro, con colores de luto todo el tiempo, hiciera frío o hiciera calor; con los ojos delineados de negro resaltando lo pálido de su piel. Su rostro serio escondía sonrisas, resultando en la imagen de un hermoso cadáver... Aunque no fuera eso lo que quisiera aparentar.

—¡Chingao!, como muerto no. Me tengo que ver como un no-muerto.
—Pus te falló, mi buen Peter. Pareces putito anoréxico de esos del metro Hidalgo. Ni modo.
—Sácate a la chingada, pinche pirata chopero.

Pedro trataba de no tener amistades. A menos que sintiera buena vibra aceptaba platicar con alguien. Así fue como comenzó a salir con Alejandra, una niña fresa que después de conocerlo se convirtió en dark, exteriormente, porque por dentro seguía pensando y añorando la literatura de Anthony de Mello, Jaime Sabines, y sus grupos como Maná, Caifanes y, de vez en cuando, La Ley. Sin embargo estaba enamorada y todo aquello que le gustaba a Pedro, a ella también le agradaba, aunque "no supiera apreciar esas cosas".

Pedro se sentía superior y le divertían las tonterías que Alejandra se dedicaba a hacer y decir. Sólo con ella sonreía. Y esta sonrisa a él le molestaba. Le enfada tener que mostrar sus dientes con incrustaciones de metal, con ligas de colores fosforescentes y chillantes, que le hacían perder su estética de chico malo y deprimido. Ni modo, había que aguantarse, pronto tendría sus dientes derechos y parejos y entonces si se mandaría a limar o hacer sus colmillos de vampiro.

Alejandra se sentía realizada con "Morfi", como ella lo llamaba siempre, porque no existía lugar en el que no captaran la atención de todos, y les encantaba que la gente se alejara de ellos por miedo, y que por la calle les gritaran que ya había pasado Halloween. Ambos se sentían diferentes, y ellos sabían que lo eran, aunque no por completo. El miedo llegaba a Alejandra cuando escuchaba a Pedro hablar muy en serio sobre ser vampiro.

—Pero no lo eres, sales de día.
—Sí, sí lo soy.
—No es cierto.
—Tú no sabes.
—Ya déjate de mamadas.
—No me retes, niña.
—¡Ya!, no me mires así.
—¿A verdad, te la creiste?
—Eres un idiota.

Pedro llegó a fastidiarse de Alejandra, porque las tocadas a las que iban juntos terminaban tarde y tenía que llevarla a su casa. Era noche y le quedaban dos opciones: 1) tomar un taxi en la avenida, que seguramente le cobraría cerca de ochenta pesos hasta su casa, o 2) caminar hasta ella. Terminó por irse caminando a la avenida, para después tomar un taxi. Su andar era lento, con firmeza y con la cabeza en alto, como debe hacerlo un vampiro. Los conductores de los pocos autos que pasaban, se notaban sorprendidos. No cabía duda, sí impresionaba a la gente ver a las doce de la noche una persona como Pedro.

A lo lejos Pedro alcanzó a ver a alguien que caminaba lento,con firmeza y la cabeza en alto. Venía hacia él. Cada vez estaba mas cerca, era un hombre como de 40 años, que portaba una camisa blanca, chaleco y pantalón negros, muy europeo. Se retaron con la mirada, pero Pedro no se intimidó. El hombre abrió su boca y se le lanzó al cuello, Pedro quedó atrapado en los brazos y colmillos del tipo. No sabía que hacer, pero trató de defenderse con sus propios dientes. Pedro le mordió una oreja al hombre, lastimándolo con el metal filoso de los braquets. El hombre estuvo algunos segundos en el suelo, y la velocidad con la que se incorporó, dejó a Pedro sin razón. El hombre desapareció mientras caminaba rápidamente. Pedro no hizo más que correr y subir a un taxi, el cual consiguió con mucho esfuerzo. En el camino se limpió la poca sangre del cuello, y la casi inexistente que tenía en los labios. Ignoraba de donde obtuvo la fuerza para morder, "debio ser el miedo", se decía. Los dientes le dolían, la mordida fue fuerte, y la presión de los braquets, hacía insoportable el dolor.

—¿Bueno?
—Morfi, ¿llegaste bien?, ¿no hubo problemas en el camino?
—Sí, un pendejo maricón me mordió el cuello. Pinche puto.
—¿Como?, pero ¿estás bien?
—Sí, mañana hablamos que estoy muy cansado y también encabronado. Adios.

Pedro se sentía muy agotado, y por suerte sus clases las tomaba en el turno vespertino, lo que le daba oportunidad de levantarse hasta pasadas las 10 de la mañana. Pero empezó a tener insomnio y dormía hasta después de las 4 o 5 de
la madrugada para levantarse hasta las 4 o 5 de la tarde, por lo que dejó de asistir a las primeras clases. Perdió el apetito, y los colmillos le dolían aún más.

—¡Pinche dentista!, me está sacando los colmillos, se ven más grandes. Aunque viéndolo bien, está chido. Pero me duelen un chingo. Esto no está bien.
—Ya no te quejes y ve a que te los acomode.
—No puedo, sólo da consultas en la mañana, y ya sabes que no me levanto temprano, y el sol me chinga la vista.
—¡Ay! no seas mamón, ahora resulta que no puedes ver la luz del sol porque te me mueres.
—Pues aunque no lo creas Alejandra, ya no la soporto.
—Te haría bien tomar el sol, te me estás poniendo muy pálido, ya se te ven las venas.

Pasó una semana y Pedro ya no comía. Sus colmillos ya median mucho más de lo normal y le seguían doliendo. Ya estaba convencido de que aquel hombre lo convirtió accidentalmente en vampiro, estaba claro, y por fin decidió salir a buscar su verdadero alimento. Alejandra no le creía y se burlaba de él, pero no hizo caso de su ignorancia y decidió dejarla, al fin y al cabo un vampiro no desea coger, en nada le afectaba.

Ahora tenía que esperar hasta después de las ocho, porque el mentado horario de verano no le permitía salir antes, pero además de eso, aguardaba hasta las doce de la noche para agarrar a alguien solito y con la calle desierta, para que no lo fueran a ver y acusar con sus padres, que se preocupaban por su comportamiento: "Hijo ya no te traumes con eso de los vampiros, ya ni quieres salir con nosotros los domingos en la mañana". No lo entendían, ya era un vampiro, la luz lo mataría, nada podía ser como antes.

Por fin un hombre en la calle solo, Pedro se acerca y le pide la hora. El hombre lo ve asustado y responde sin detener su camino. Pedro aprovecha para atacar y morderle el cuello.

—¡Orale! ¡Hijo de su piche madre!— el hombre reniega y le suelta un codazo y una patada a Pedro, mandándolo al suelo con los colmillos débiles y adoloridos. Frustrado.
—¡Pinches braquets de mierda! ¡Me lleva la chingada!


Una semana sin poder comer nada, que no fuera la sangre chafa de carne de res, que le encargaba a su madre.

—¿Para qué quieres sangre de res? No me digas, otra vez metidazo con tus vampiros, que ya nada más quieres tragar sangre y...
—¡Ay jefa!, ¿qué no ves que estoy bien debilucho? Es para nutrirme.
—Pero come otras cosas...
—Tú no entiendes, ya soy un vampiro.
—Estás loco. Ya déjate de estupideces y dedícate a estudiar.

Sus padres ya le habían dado un sermón. El rollo forzoso sobre aquello de ser un chico dark. Estaban preocupados porque salía hasta muy tarde y el peligro en las calles cada vez era peor.
—Extra, Extra, el "Muerde-cuellos" anda suelto.
Su padre le entregó a Pedro el periódico del día. "Lee esto", dijo su padre señalando una nota del "Alarma":

México, D.F.: En esta semana siete personas han sido atacadas de un mordisco en el cuello, en el fraccinamiento Lomas Verdes, cerca de las 12 de la noche, por un joven que aún no se ha identificadado. Las víctimas han descrito al supuesto vampiro como un joven entre los 18 y 20 años, cabello largo y negro, piel blanca, ropa negra, de la calificada como "ropa gótica". Afortunadamente, las víctimas han podido librarse de este maniático, debido a la poca fuerza aplicada en el mordisco del atacante, el cual no a causado heridas ni remotamente leves en estas siete personas. Como seña particular se dice que el joven tiene braquets, según se ha podido apreciar por los rasguños que presentan las personas atacadas. Las autoridades correspondientes ya están realizando una investigación, mientras que la Asamblea de colonos del lugar, exige que exista una mayor vigilancia para evitar los ataques y capturar al susodicho.

—No lo puedo creer.
—Ya ves, lo único a lo que lleva tu dichosa moda dark, se vuelven locos y atacan a cualquiera, hasta a ti te puede pasar Pedro.
—Ya bájenle, ¿qué no lo entienden? Ese del que están hablando, soy yo.
—No seas estúpido por Dios. Ya basta de creerte el vampiro canadiense y haz lo que debes hacer, no en valde vives aquí, así que te me dejas de payasadas y te me pones a estudiar, y si no te gusta te me largas.
—Pero papá, de verdad soy yo, la descripción corresponde a mí, un vampiro me atacó aquella vez que llegué con sangre en el cuello, ¿Recuerdas? Ahora yo soy vampiro, pero no puedo alimentarme de mis víctimas, por estos braquets, me duelen los dientes y están débiles, y no hay dentista que me los pueda quitar, porque sólo atienden de día, y la luz del sol me mata. No es que me crea vampiro, antes lo hacía, ahora soy un vampiro.
—Sí, Sí, Sí, te entiendo hijo, ¿por qué no descanzas? ¡Ah! por cierto, mañana tienes cita con el dentista a las 11. Ya no has ido, no canceles otra vez, porque no voy a estar pagando en valde para que tú ni lo aproveches. Y ya no faltes a clases, que burros y guevones no quiero en mi casa.
—Ya me tienen harto, no entienden nada.

No fue a descansar. Salió de nueva cuenta por la ventana y se dirigió a las calles solitarias del parque de Lomas Verdes. Una mujer se acercaba. Pedro se preparó para otro intento, que tal vez resultaría fallido como siempre.

—¡Pedro! ¿Qué haces? ¡Déjame, déjame! ¡No me toques!

Pedro la regó de nuevo. Era su vecina, su joven y hermosa vecina a la que había mordido sin éxito alguno, como siempre. Huyó espantado, y bebió sangre de res toda la noche, y comió moronga cruda. Estaba nervioso, estaba desesperado, ya no soportaba ser vampiro, y además había sido reconocido. Necesitaba huir de ahí y llegar a un lugar donde no lo conocieran. Sí, lo haría mañana en la madrugada, caminaría, correría o volaría para llegar a Transilvania, donde siempre quiso estar. Sí, lo lograría, buscaría a sus iguales para aprender a ser un verdadero vampiro, pediría ayuda para deshacerse de los fierros en su boca y terminar con la liguitas de colores fosforecentes. Estaba decidido. Permaneció despierto hasta el amanecer.

Eran la dos de la tarde cuando un portazo lo despertó, las cortinas negras en su ventana lo salvaron del resplandor. En la entrada de su cuarto estaban dos hombres asquerosamente nacos, y con ellos su bella vecina.

—¡Sí, es él!; él me atacó anoche.
—Ora sí, cabrón, te crees muy vampirito, pos ya te cargó la hija de Drácula.
—No, por favor, déjenme explicar...
—Aquí no hay nada que explicar hijo de la chingada, te gusta hacer chupetones, pos vas a tener que hacer unos cuantos gratis.

Los hombres esposaron a Pedro, aún con la resistencia que puso. Su madre estaba aterrada ante la situación, pero terminó por creer que su hijo estaba loco.

Entre gritos y pataleos, arrastraron a Pedro por el pasillo de la casa que daba al exterior. Pedro cerró lo ojos, mientras sentía el intenso calor del sol. La madre impedía el paso de los judiciales: "No se lo lleven. Por favor, él es bueno". De un golpe, uno de los hombres quitó a la señora de enfrente. Cruzaron la puerta para llegar al auto. Pedro se quejaba amargamente. Los judiciales, la madre y la vecina miraron a Pedro sorprendidos: Se estaba deshaciendo, como se deshace un efervecente en agua. En menos de un minuto despareció el vampiro, quedando tan sólo en el pavimento los braquets y las liguitas color verde neón.


mayo 1999